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Skybar - Brian Hartz y Stephen King
Skybar - Brian Hartz y Stephen King

 

 

Biblioteca Virtual do Poeta Sem Limites

 

 

Skybar

 

La historia siguiente surgió de una competencia literaria de Doubleday para promover el libro “Do it yourself bestseller” de 1982, editado por Tom Silberkleit y Jerry Biederman. El libro ofrecía muchos autores, incluyendo Belva Plain e Isaac Asimov.

Cada escritor proporcionó el principio y la conclusión a una historia. Los lectores tendrían que escribir el medio de la misma, de ahí el nombre “Haz tu mejor bestseller”.

Como parte de la promoción, Doubleday llevó a cabo una competencia nacional para ver quién podría escribir la mejor porción central.

Cada ganador fue elegido por el escritor individual –en este caso Stephen King.

Brian Hartz tenia 18 años al momento de escribirlo.

Esta historia contiene lenguaje y material fuerte que pueden ser inadecuados para lectores jóvenes.

 

Había doce de nosotros cuando entramos por la noche, pero solamente dos de nosotros salimos - mi amigo Kirby y yo. Y Kirby estaba loco.

Todas las cosas que voy a contarles sucedieron hace doce años.

Por entonces tenia once, estaba en el sexto grado. Kirby tenia diez y cursaba el quinto.

En esos días, antes de que la gasolina costara $1,40 por galón o más (pues recuerdo que el mejor reparto de la ciudad era el Sunoco de Dewey, donde usted podría conseguir la mejor por 31,9 centavos, adicional doble de “S&H Greens Stamps”), el parque de atracciones “Skybar”, seguía siendo un creciente negocio; su gran rueda doble de feria, dando infinitas vueltas contra el cielo de verano, y tu podías oír la gran risa mecánica del payaso de la “casa de la diversión” desde mi casa, a cinco millas de distancia, cuando el viento era el adecuado.

 

Sí, el Skybar era el lugar a ir, podías hacer estallar algo con el .22 elegido en la galería de tiro “El Ojo Muerto de Pop Dupree”, podías montar al “Látigo” hasta vomitar, vagar en el “laberinto de espejos”, o mirar la tienda de “anormales” para adultos, y maravillarte de lo que estaba allí... y admirar especialmente la cara pálida de las personas al salir, algunas llorando, otras histéricas. Brant Callahan dijo que todo era apenas una falsificación, lo que era, pero a veces vi la duda incluso en los ojos grises resistentes de Brant.

 

Entonces, por supuesto, los asesinatos comenzaron, y el Skybar fue cerrado eventualmente.

La rueda de feria estaba parada, congelada contra el cielo, y el único sonido la boca mecánica del payaso, era producido por el lunático ulular de la brisa del mar.

Entramos, nosotros los doce, y...  Pero me estoy adelantando.

Comenzó enseguida después de terminada la escuela en ese Junio; comenzó cuando Randy Stayner, graduado de séptimo de la primaria, fuese arrojado del punto más alto de la montaña rusa “SkyCoaster”. Yo estuve ahí aquel día - Kirby estaba conmigo, de hecho - y ambos oímos su grito mientras caía.

 

Fue una de las maneras más extrañas para que una persona muera - la sombreada rueda de feria dada vueltas a la luz del sol, los autos chocadores tocaron la bocina y se encendieron el techo y las paredes del “Spunky's Dodge 'Em”, el carrusel giró violentamente haciendo subir y bajar a caballos y leones, y el golpe constante de su repetitiva melodía resonaba a través del parque.

Un hombre hacía equilibrio con su divertido hijo en una mano, y dos conos de helado en la otra, chicos pequeños con algodones de caramelo competían para ver quién era el primero en  subirse al “Sandee's Spinning Sombrero”, y en el medio de toda la confusión pacífica, Randy Stayner a solas, realiza un “clavado del cisne” de 100 pies, al interior de los sólidos rieles de acero del SkyCoaster.

 

Por un rato, no estaba del todo seguro, de que la gente alrededor de mí, no pensase que era precisamente un acto - una función de sábado por la tarde, de un zambullidor experto. Sin embargo, con la sangre y el golpe del hueso, estaba claro que el acto había terminado. Y entonces, como si quisiera realizar un intento final de alcanzar su meta original, él rodó perezosamente por encima de los rieles inferiores del SkyCoaster, entrando en el marrón lóbrego del agua del estanque del Skybar, seguido de remolinos rojos y grises.

 

El SkyCoaster fue cerrado el día de la zambullida de Randy, y a pesar de semanas de dragar el fondo del estanque, su cuerpo nunca fue encontrado. Las autoridades concluyeron que sus restos habían quedado sedimentados bajo un banco de arena o en algún pasaje no registrado, y toda la búsqueda cesó después de cuatro semanas.

 

El Skybar perdió muchos clientes después de eso.

La mayoría de la gente tenía miedo de ir allí, y otros negocios en la ciudad comenzaron a crecer debido a ello. De hecho, el cine “Starboard”, el cual mostró películas de horror a una audiencia de cuatro o cinco durante los mejores días del parque, ahora presentaba repeticiones de "Yo fui un joven hombre lobo" a sala llena.

Más y más gente se mantuvo lejos del Skybar hasta que fue cerrado para bien.

 

Fue durante esas últimas semanas que los peores accidentes comenzaron a suceder.

Un trabajador de la mañana, alcanzando una taza de papel bajo uno de los juegos, enganchó su brazo en la barra que soportaba dos abrazaderas, justo cuando un circuito defectuoso encendió la máquina. Lo aplastaron entre dos coches.

Otro trabajador estaba reparando un carril inferior de la rueda de Feria cuando un coche de 500 libras cayó de la parte superior, esparciéndolo sobre el asfalto debajo de él. Éstos y varios otros paseos fueron cerrados, y cuando la única cosa que quedaba abierta era la galería de tiro “El Ojo Muerto de Pop Dupree”,  y la tienda de “anormales” para adultos, el Skybar perdió la chispa, y fue forzado a cerrar después de su tercer año en operación.

 

Llevaba cerrado dos meses solamente, cuándo Brant Callahan vino con su plan aquella noche. Éramos un grupo de cinco, que acampaba detrás del taller del papá de John Wilkenson, en una sola tienda deportiva de campaña para cinco hombres, iluminada por cuatro linternas que brillaban en las cubiertas de las “Famosas Historias de Detectives”, cuando él se paró (o mejor dicho, se arrodilló, debido a la altura de la tienda) y propuso que todos hiciésemos algo para separar a los maricones de los hombres.

 

Dejé a un lado mi “Misterio del Coche Fúnebre Encantado”, me recosté en el resplandor de la linterna de Dewey Howardson, escudriñando parcialmente la gigantesca sombra agachada al lado del cierre de la doble solapa de la puerta. Nadie más parecía prestarle atención.

 

"Vamos, manteca de asnos!" Él gritó.

"Es que van a estar sentados jugando Dick-maldito-Tracy toda la noche?"

Kirby le dio un manotazo al bicho que atacaba su brazo iluminado y miró a Brant, a mí, y al resto de los individuos que todavía contemplaban con humilde interés sus cuentos de suspenso de Alfred Hitchcock, inconscientes de cualquier otra actividad realizada en su presencia.

Miré mi reloj. Eran las 11:30.

"Qué demonios estás delirando, Brant?"

Su cara volvió a la vida ahora que lo notaban, y él me miraba con gran entusiasmo, como algún pequeño niño estúpido que estaba a punto de decir cierto secreto terrible, desbordado por un torrente de detalles juntos, formando un plan muy confidencial.

"El SkyCoaster."

Dewey dejó de mirar su revista y miró a Brant con una mirada de interés suave.

 "El SkyCoaster del Skybar?"

“Obvio, maldito idiota. Qué otra montaña rusa vas a encontrar en Starboard? Ahora, de la manera en que lo planeé, podríamos hacerlo cruzando por encima del alambre de púas y entrando al interior del SkyCoaster bastante fácil."

 

"Y para qué demonios?" Pregunté.

Brant siempre atraía acrobacias como esta, y el loco bastardo no decía que tramaba esta vez. Recuerdo un año en que estábamos fuera, aplastando monedas en las pistas de “BY&W de Harrow's Point”, Brant cansado de ver a los trenes correr sobre sus peniques y monedas de diez centavos, nos desafió a que aceptáramos un verdadero reto.

Siempre que Brant venía con un desafío ‘verdadero’, podías contar casi siempre en llamar a los equipos de “You asked for it” o  “RipleysBelieve It or Not” para la cobertura en vivo. No es que el desafío era algo similar al hombre de Brasil que tragó tiras de hojas de afeitar, o a la señora gorda de Ohio que balancea ramas con fuego en su frente – los retos de Brant eran más mucho más desafiantes que ésos. Y, como jóvenes voluntarios para su poco entusiasta audiencia, nos veíamos obligados a participar en ellas o a besar nuestra reputación en una valiente despedida.

 

Brant sacó de sus pantalones lo que guardó ese día y sacó una pequeña caja de cartón envuelta firmemente con una goma roja. Desempaquetándolo, él reveló cuatro o cinco balas negras de cobre brillantes, de la clase que veías en reestrenos de “Mannix” cuando Mike Conners dejaba de liquidar criminales para cargar su revólver otra vez. Aunque eran diferentes de los de la T.V.

En el tubo parecían ser no más que pedazos minúsculos de plástico opaco atorados en una pistola de “Whamco Cap”. Delante de mí entonces, parecían sentarse místicamente en la mano de Brant, los brillantes haces de luz del último sol de la tarde, la punta grisácea rechazando pesadamente reflejar cualquier luz en absoluto.

 

Entonces Brant los atrapó todos juntos en un puño y levantó la cabeza hacia los rieles.

Yo lo hice después de él, mitad esperando que él rodara desenfundando un arma por ellos en cualquier minuto, esperando que vaya a aliviarse a sí mismo antes que a abrir fuego contra algo, o intentar algún otro truco peligroso.

Era peligroso, como resultó, pero no dije nada.

Solo estaba de pié allí en los rieles, masticando tabaco junto con Dewey, mi mente mirando desde algún lugar lejano como él los fijaba encima del riel izquierdo en una fila singular.

 

"Las ruedas del tren deben detonarlas en el segundo en que las golpea" sonrió con aire satisfecho, ansiosamente moldeando su plan. "Todo lo que tenemos que hacer es estar parados aquí en los rieles hasta que lo haga. Cómo está eso para un desafío, eh? Oh, y el primero en saltar es el maricón del año." No dije nada. Pero pensé mucho acerca de eso. Sobre cuán estúpido era, cuán peligroso era, y cuán extraño debe ser el cerebro de las personas para pensar cosas como esa.

Pensé que podría corregir ese error solo gritando "tornillo para Brant!" Y escapando para el hogar. Pero eso me habría hecho quedar como un novato. Y si había una cosa que mostrarle a cada uno de los demás, era que nosotros no éramos ningunos cobardes.

 

Entonces, allí estábamos, Brant, John, Dewey, yo, y Kirby, aunque Kirby no fijaría el pie cerca de los rieles, balas o no, con un tren viniendo (él comenzó a sentirse convenientemente enfermo con el tabaco y tuvo que acostarse). Nos alineamos al lado de los rieles, con determinación en nuestros ojos mientras las balas destellaban delante de nosotros. John fue el primero en oír el tren, y como dimos un paso más cerca a orden de Brant, podía oírlo murmurando suavemente un rezo corto una y otra vez. Dewey estaba parado a mi derecha, lejos de mí, la última persona en nuestro temerario club de fans de Freddy.

 

Entonces llegó el primer rugir pesado de los coches, John se tambaleó mientras se hacía más ruidoso, y pensé que él seguramente iba a derrumbarse en los rieles, pero no lo hizo, y todavía estábamos todos parados mientras el tren venía. El chirrido del batido de las ruedas golpeó nuestros oídos, y miré fijamente las balas delante de nosotros, pensando que pequeñas parecían bajo las ruedas del 4:40. Pero cuanto más miraba, más grandes comenzaron a parecer, hasta que casi parecían balas de cañón. Cerré mis ojos y rogué con John.

 

En la distancia sonó un aterrorizante y ruidoso Hooooo-HOO Hoooo, y estaba seguro que ya estaba encima de nosotros, seguro que sentiría las rendijas delanteras martillando mis oídos en cualquier segundo, sintiendo el metal caliente en mis piernas. Entonces el constante golpe sordo de sus ruedas machacando una pizca más cerca en mis oídos, y grité dando vuelta, yendo cuesta abajo a donde la grava negra termina y la alta hierba de la pradera comienza. Corrí y no paré ni miré atrás hasta que sentí que estaba a kilómetros de distancia, y entonces me derrumbé en la espinosa alta hierba, con mis manos y rodillas llenas de dolor sostenido.

 

Detrás de mí, cinco o seis balas rugieron en el aire consecutivamente, y me pregunté vagamente cómo Mike Conners podría mantenerse en pié con un sonido tan atronador como ese cada vez que apretaba el gatillo. Mis oídos se llenaron con un EEEEEEEEEEE constante, y descansé en la hierba, mi pelo lleno por completo de espinas, mi orgullo lleno por completo de vergüenza. Entonces Kirby estaba delante de mí, diciéndome que había hecho lo correcto.

Me senté en la hierba, y cerca de diez o quince pies abajo de mí, Brant, Dewey, y John estaban sentados resoplando ruidosamente, riendo, sin aliento. El aire se llenó de humo y me derrumbé otra vez en el alto mar de arbustos y espinas, sintiéndome bien.

 

Brant admitió varias veces que fuimos todos valientes por ir con él ese día, pero nunca sacó a relucir el hecho de que nos habíamos escapado, él y Dewey a la cabeza. En alguna parte de mi mente, el hecho me demostraba que en alguna parte en Brant, su ego terminaba y su cerebro comenzaba. Ése es el porqué escuché junto con los otros, y porqué nosotros le dimos cuerda esa noche en la que el genio comenzó a proyectar otra hazaña.

 

"Primero pasamos por encima la cerca. Cuando lo hemos hecho, nos dirigimos hacia el SkyCoaster. Aquí está el truco: todos nos reunimos en la estación y comenzamos en los rieles - no las vigas de madera – los rieles, y, en una sola fila, subimos hasta el ‘descenso del Rey’, entonces bajamos." "Estás malditamente loco, Brant." "Quizá. Pero por lo menos no soy un maldito marica." "Quién es marica?" Pregunté, poniéndome mis zapatos tenis Converse All-Star.

"Estás dentro?" preguntó Kirby, su maxilar inferior temblando.

Era como si esa temblorosa quijada y esos ojos vidriosos de ciervo asustado, intentaban tirar de mí, ayudarme a olvidar el asunto y conseguir de nuevo leer otro capítulo de “Sorprendentes historias de detectives” - como si esa temblorosa quijada fuera un sonar, despidiendo ondas de detección y viniendo con la misma lectura: Barrera Peligrosa a continuación.

 

"No seas ridículo, Kirb. Obvio que voy." Eché un vistazo a John y Dewey, quienes me asintieron con la cabeza, con valor y confianza en sí mismos, mezclado altamente con el arrepentimiento como nunca de que Brant estuviera con nosotros esa noche. Dejamos las linternas encendidas en la tienda en caso de que el papá de John mirara fuera por las ventanas posteriores de su casa para vigilarnos. Lo que nunca hizo.

 

Skybar puede ser bastante malditamente oscuro en la noche sin luces encendidas.

Pocos personas lo saben como yo, puesto que la mayoría lo ha visto solamente de día, con la luz del sol reflejada en el techo de metal del “Pop Dupree’s” y de la tienda de anormales para adultos, o en la noche con las mágicas luces que flameaban perezosamente alrededor de la rueda de feria y de sus bombillas que centelleaban lunáticamente en una sola fila, creando una carrera de formas de neón exhibidas arriba y abajo de las colinas de los elevados 100 pies de la SkyCoaster.

 

De cualquier manera, no había luces aquella noche. Ni luces, ni luna, ni nubes ligeras.

Brant había parado en el camino a recoger a un par de sus amigos de los dragones blancos.

Los dragones eran una pandilla de la calle que mantenía una alta posición en el campo del respeto con todos los chicos sabios, quienes afortunadamente trajeron linternas de repuesto, fósforos para sus cigarrillos, y las navajas de acero de 5 pulgadas “Randell” (en caso de que algún borracho o gamberro maníaco demandara el espacio del parque como base de sus operaciones).

 

Ambos miembros de los dragones blancos parecían ser dioses en los ojos de todos nosotros aquel anochecer - su pelo alisado al estilo de James Dean, chaquetas de cuero negras con pálidos dragones de fuego en ellas, un aire general de confianza y seguridad que emanaba de ellos como si fueran faros más protectores para nosotros que una buena y general compañía, que nos unía en la aventurera diversión.

 

Cinco miembros más de los dragones se nos unieron después de una fiesta que tuvieron en Grange’s Point. Brant no nos había contado ese hecho al principio, aunque cuando los encontré donde se suponía, en la puerta delantera a las12:30, más confianza se apoderó de mí, y comenzó a sentirse más como si nos dirigiésemos hacia un último juego de dados, o a apostar un penique al póker, en vez de una subida de 100 pies en resbaladizos postes. Lo qué no sabíamos era que llevaban prácticamente la fiesta con ellos, cada uno con una botella de Jack Daniel's Black, o Southern Comfort, o Everclear, y cada uno cantando al unísono la agonizante cacofónica 75ava. estrofa del "99 botellas de cerveza."

 

La ansiedad subía de mi pecho a mi garganta a medida que nos acercábamos a la puerta externa, y aún puedo recordar cuán místico y extraño parecía el parque en el aire oscuro de la noche.

La cadena de la cerca se estiró hacia delante, en ambas direcciones, haciéndolas parecer infinitas, sellándonos fuera de sus ocultos poderes desconocidos, y recuerdo que casi parecía blindar el Skybar dentro, evitando que esgrima su cólera en inocente gente viva fuera de sus dominios.

Una vez que cruzaras la barrera, sin embargo, no había vuelta atrás.

Aquí era donde los dos mundos se dividían, y la opción era ser hombre o maricón.

 

Todos estaban impacientes por cruzar las puertas del parque para probar donde estaba parado.

Con la pandilla te sentías frío y nervioso mientras aguardabas la cólera de lo que pudiera estar al acecho dentro, pero afuera; las chances de sobrevivir cualquier peligro al acecho solamente te ponían más nervioso, lo suficientemente nervioso para gatear dentro de una bola y para mearte en tus pantalones con cada crujido de una ramita.

 

Así pues, como ven, no es que deseáramos todos entrar.

Pero, aunque estábamos asustados de muerte de subir los fríos rieles del SkyCoaster, permaneciendo solo, mientras el resto del manojo ascendía demasiado y se aventuraba al interior, era incluso peor el atrevimiento original en sí mismo.

Bastante asombrosamente, Kirby fue el primero arriba de la cerca para pasar su chaqueta por encima del alambre de púas y saltar al asfalto suave del Skybar, en el otro lado. El resto de nosotros lo siguió, con un sonoro ruido sordo, que sonaba a través del aire de la noche, mientras cada uno caía al suelo en el otro lado.

Ahora estábamos dentro.

Eddie Frachers, el más corto de los dos dragones blancos, encendió un cigarrillo, golpeó la linterna, y fue a la cabeza con Brant.

 

La estación estaba vacía cuando alcanzamos los rieles de acero de la montaña rusa, y ascender a la puerta de la estación fue una inusual experiencia de por sí, ya que estuvimos esperando en línea durante una hora, mientras que un viejo hombre permanecía de pié delante de la humareda de su arruinado cigarrillo, su cara marcada por el sol ardiente, como su estómago putrefacto, y su pálida piel facial. Ahora el camino entre la montaña y nosotros estaba libre.

 

Deprisa, deprisa, vamos!.

El suelo de metal retumbaba con los centenares de golpes bajo nuestros pies, cuando cruzamos la vacía estación hacia las puertas terminales, miré varias veces sobre mi hombro mientras recorríamos la desértica entrada principal, mis sentidos listos para cualquier cosa que pudiera decidir dar un "batacazo" en la noche.

 

Fui el primero en oírlo, de hecho, y mi cuerpo se puso flácido, mis intestinos se aflojaron cuando oí la dirección de donde provenía... de los coches de la montaña rusa.

 

Estaban todos posados delante nuestro, grises y naranja por el moho y la edad, sus silenciosas características corrompiendo la noche con un aire malvado, y recuerdo estar parado allí cuando los demás comenzaron a oírlo también, mis manos temblaban, mis piernas fallaban, mi boca colgaba abierta estúpidamente como si tratara de decir algo - no sé que - y nada emergería.

 

No sé cuánto tiempo estuvimos parados allí, esperando algo, cualquier cosa que sucediera.

Los coches parecían místicos a su propia manera, mientras estuvieran parados en tierra, y negándonos el acercarnos, cantando entre sí un cierto hechizo malvado, para mantenernos alejados.

 

Un hechizo es una cosa, pero si usted alguna vez ha pensado que oyó un coche (o posiblemente cierto loco peligroso oculto detrás de un coche) que cantaba algo, usted entendería cómo todos nos sentíamos esa noche. Incluso Brant y los dos dragones blancos parecían inmóviles en el suave resplandor de la linterna, pero Eddie de alguna manera apuntó la linterna hacia lo que fuese lo que estaba ocupando el primer coche.

 

"Hey! Apágala maldito!".

Una oleada de alivio como mínimo recorrió todo mi ser, pero todavía estaba parado allí, inmóvil y temblando, incluso como Eddie y el resto del grupo, incluso Kirby, que empezaba a ir hacia la montaña rusa. Debo haber estado aún atontado, porque me encontré deseando pararlos, tirar de ellos de nuevo hacia mí, dar por terminado con todo, dar la vuelta alrededor y dejar al infierno detrás la cerca. Pero todavía estaba parado allí cuando la niebla rodó alrededor de mis ojos, y mi vista se tornó borrosa, dejando solamente mis oídos para decirme el horrible destino de nuestra fiesta.

 

"Qué demonios son..." "... están seguros que son ellos..." "Qué están haciendo aquí de esa manera... "

Un largo y penetrante grito siguió, la clase de grito que generalmente emiten las mujeres buenas en esas películas de horror en el cine de Starboard, cuando el vampiro envuelve su capa alrededor de su víctima y comienza a chuparle la sangre. Creció a increíbles niveles que casi te partían la cabeza, para luego desvanecerse entre risas reprimidas seguidas por "59 botellas de cerveza en la pared, 59 botellas de cerveza... "

 

Una mano tocó mi hombro y me tambaleé al encontrar a Kirby a mi lado, diciéndome que los otros individuos habían seguido sin mí y que era mejor que me apurara. Me apuré y los alcancé por la pista principal, donde habían comenzado ya la subida. Brant era el primero, luego los dragones blancos, seguidos por Dewey y John, aferrándose firmemente en las pistas de acero detrás de ellos. Corrí los 20 pies hasta el final, hacia el “más alto descenso de 100 pies”, y empecé a subir después de ellos.

 

El frío de los rieles de acero penetró calladamente en mi piel apenas comencé a escalar, mirando hacia arriba a donde estaban encaramados Brant y los dragones. No podía imaginar la cantidad de energía que iba a necesitar para escalar los ‘100 malditos pies’ carente de medios. Como esa broma sobre la pequeña hormiga que se arrastra encima de la pierna trasera del elefante con la idea de violación en su mente. Probablemente no lo haría, pero tenía altas esperanzas.

 

Kirby nunca tocó los rieles.

No podría culparlo después del acontecimiento del tren, quizá algo le sucedió cuando era más joven. Kirby me contó muchas cosas confidenciales, pero nunca me contó algo parecido a esto anteriormente.

Él podía no tener el deseo de subir, mas para mí, él no era ningún marica.

 

Un montón de cosas pasan por tu mente cuando estás a 45 pies del suelo, subiendo riel por riel, en una escalera sin peldaños.

Cien pies de ascenso por el mástil con ocasionales travesaños para colgarte no es suficiente, ya que empiezas a preguntarte, y si Dewey se desliza y cae sobre mí? Y si pierdo mi asidero y navego hasta el fondo? Cómo conseguiré bajar una vez que esté allí arriba? Pueden los dragones borrachos volar?

Y entonces miras el fondo, y todos tus miedos se resumen en una frase: No mires abajo.

 

Mano sobre mano, tirón tras tirón, fue mi manera de ascender, confiando en que el paso de aquellos sobre mí no fuese demasiado lento.

Nunca miraba realmente hasta donde estaban Brant y sus amigos mientras subía.

Incluso hoy en día recuerdo la oscuridad del cielo nocturno, mezclándose bien con mi propio oscurecimiento mientras cierro firmemente mis ojos a las cosas alrededor de mí.

Llegaba a la cima, y casi no podía terminar. Mano sobre mano.

Ahí es cuando el griterío comenzó, chillón y poderoso, repetidamente, con un salpicar ocasional detrás de él, como si alguien abajo gozara de una última zambullida nocturna y payaseara en el tenebroso estanque. No haciendo caso de mi propia regla, miré hacia abajo.

 

Dios, cuán insólito se veía.

Si alguna vez has estado en una montaña rusa mientras desciende la cuesta más escarpada, podrás entender la sensación, la profundidad; los rieles marchando juntos mientras caen en picada exactamente debajo de donde estás a punto de lanzarte al ataque.

Imagínense congelados en esa posición.

Debajo, los rieles se encuentran y tu estómago asume una nueva posición en tu garganta.

Y parado en esos destellantes rieles, todavía sosteniendo la linterna de Eddie y manchado con la oscuridad estaba Kirby, mirando tras de mí, con una mirada de confusión, horror y de ahora qué hacemos? escrita a través de su cara.

Un terror de muerte se apoderó de mí al ver la manera en que él estaba parado allí, con los brazos a su lado, mirándome fijamente pero sin decir nada.

 

"Qué demonios te pasa?" Grité abajo con extraordinaria fuerza.

Ninguna respuesta.

"Kirby, qué está mal?"

Para entonces sabía terriblemente bien qué estaba mal.

Las pistas habían comenzado a temblar bajo mis manos, y la armadura de la SkyCoaster en sí misma había comenzado a sacudirse rítmicamente de lado a lado.

Luego, el abominable sonido del rugido de un coche de montaña rusa, girando en una remota curva, desapareciendo, y luego regresando, desapareciendo de nuevo, y regresando con un ensordecedor estrépito, enviando mi estómago y mi corazón a saltar por encima de mis amígdalas.

 

Entonces Brant gritó.

Era como el grito de la mujer que describí antes, pero más estridente, mezclado con el clack-clack-clack constante del encadenamiento de arrastre del coche de la montaña rusa en una electrificada pista. No hice ninguna pregunta, simplemente puse ambas manos juntas, meciendo ambos pies juntos y me deslicé por el riel hacia el fondo.

 

Si alguna vez te has deslizado en un carrito de rulemanes cayendo en picada hacia el final de la colina - la “bajada de Grandaddy” - conocerás probablemente la sensación del miedo que crece en ti.

Siempre hay una ocasión en la que podrás salir volando del coche hacia el camino de ‘acero’ debajo de ti, mientras la fuerza presiona tu espina dorsal contra la cubierta posterior y te sacude con una fuerza que te parte la cabeza, hacia el fondo.

No había coche para que montara aquella noche - ningún asiento, ninguna correa, ninguna barra de seguridad sujeta contra mi descendente torso.

Y navegué hacia el fondo con una regla diferente que mi mente me forzó a seguir: no mires.

 

El viento paró repentinamente en mi pelo, y caí en cuenta que estaba abajo, en los rieles inferiores de la montaña rusa, colgando horrorosamente cerca de las lóbregas aguas del estanque del Skybar.

Y como estaba suspendido allí momentáneamente, podía imaginar a Randy Stayner esperando abajo, una verde musgosa mano a punto de emerger a la superficie, y como imaginaba esto, también visualicé otros como él en un mar de brazos, alcanzando la cola de mi ondulante camisa mientras yo colgaba allí, todos ellos que salían a la superficie para atraparme, o braceando desesperadamente hacia fuera mientras era arrastrado hacia abajo.

Un violento burbujeo estalló en la superficie del agua, trayéndome de nuevo al Skybar; y, contrayendo mis pies, me tiré a la orilla y de alguna manera logré traer de vuelta a Kirby conmigo. 

Él aún seguía parado ahí, totalmente pasmado, con los ojos fijos en los rieles donde el coche de la montaña rusa descendía hacia nosotros.

 

Y mientras corríamos a través de la estación, del depósito más allá de los coches vacíos de la montaña rusa, podía oír el constante ruido sordo de un único coche que avanzaba hacia nosotros.

Miré sobre mi hombro para ver cuánto habíamos corrido, mis pies y ojos aumentando con cada paso.

 

Entonces me separé de Kirby.

No puedo recordar claramente cuando, pero recuerdo todo lo que pasaba por mi mente mientras corría como demonio! Volé por encima de la cadena de la cerca, detrás del “Pop Dupree’s”, cortando seriamente mis manos en el alambre de púas.

Después de saltar a tierra segura en el otro lado, no paré de correr hasta hallarme a una milla de distancia del “Grange’s Point”, donde aún podías oír la suave y estridente risa del payaso de la ‘Casa de diversiones’, y podías ver la forma vaga de la serpenteante “SkyCoaster” a través de los árboles.

 

En alguna parte detrás de una de las tiendas - aún puedo jurar que era la tienda de ‘anormales’ - una luz resplandeció suavemente.

Me senté allí, mirándola fijamente, preguntándome si era Kirby que intentaba encontrar su salida de la oscuridad. Después oí la hierba quebrarse bajo unos pasos detrás de mí y giré para encontrar a Kirby parado delante de mí. Mis piernas temblaban, y mis dientes comenzaron a rechinar suavemente, él se acercó a mí y puso su brazo alrededor de mí.

 

"Estamos bien. Lo hicimos. Somos bastante valientes eh? Arriba y debajo de esos rieles. Estamos muy lejos de ellos ahora, sin embargo. No estamos allí ahora" Lo miré fijamente y me pregunté cómo demonios hizo para llegar hasta allí. No recordaba haberlo arrastrado conmigo.

No podía creer cuan calmado estaba él parado allí - cómo él actuaba, como si todo fuese una película de terror en el cine de Starboard y nosotros estuviésemos regresando a casa en la oscuridad tratando de calmarnos. Después él me dio vuelta hacia el parque y comenzó a alejarse.

 

"Vienes?" " Kirb, estás en el camino equivocado."

 

Di la vuelta hacia mi hogar y comencé a correr otra vez.

Después de un rato, Kirby vino corriendo hasta mí, y no paramos hasta estar cinco millas lejos del Skybar, en mi pórtico delantero.

Puedo ver todavía el horror en los pobres ojos de Kirby, él vio a sus mejores amigos y a los dragones caer a la muerte delante de él.

Incluso después de ver que sonriendo, un putrefacto fenómeno encaramado detrás de la barra de seguridad del coche de la montaña rusa rodó sobre Brant y los otros, él se unió a mí en el fondo y no corrió. Los únicos que actuaban tan bravamente como Kirby eran los dragones borrachos que saltaron apenas vieron al coche que venía hacia ellos.

Era quizá valor, era quizá el licor, pero no importa, porque la zambullida de 100 pies al estanque fue un error de cualquier manera.

Brant y el resto pudieron intentar deslizarse, pero nunca lograron ponerse a salvo, y al día de hoy, las autoridades aún no han podido sacar sus cuerpos de las lóbregas aguas del estanque.

 

Y aún, en mis sueños, siento que Kirby tomaba mi mano y que me decía que estaba bien; que estábamos a salvo, libres en casa.

Y entonces oía el ruido sordo de un solo coche de la SkyCoaster rodando hacia nosotros.

Yo deseaba decirle a Kirby que no mirara - "No mires, hombre! " Grito, pero las palabras no saldrán. Él mira. Y mientras el coche rueda hasta la estación abandonada, vemos a Randy Stayner repantingado detrás de la barra de seguridad, su cabeza casi dentro de su pecho.

El payaso de la ‘casa de la diversión’ comienza a chillar sus carcajadas en alguna parte detrás nuestro, y Kirby comienza a gritar con él.

Intento correr, pero mis pies se enredan uno con otro y caigo, despatarrado.

Detrás de mí puedo ver al cadáver de Randy empujando hacia atrás la barra de seguridad y comenzando a tambalearse hacia mí, sus muertos dedos destrozados formando garras, buscando dar zarpazos.

 

Veo estas cosas en mis sueños, y en los momentos antes de que despierte, gritando, en los brazos de mi esposa, sé lo que deben haber visto los adultos ese verano en la ‘tienda de anormales para adultos’.

Veo estas cosas en mis sueños, si, pero cuando visito a Kirby en aquel lugar, en donde él aún vive, aquel lugar en que todas las ventanas son cruzadas con pesadas rejas, yo las veo en sus ojos.

Tomo su mano y su mano es fría, pero me siento con él y pienso a veces: estas cosas me sucedieron cuando era joven.

 

                                                           Brian Hartz y Stephen King  

 

                      

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